LA CASA GRANDE

La casa grande. La casa prolija y ordenada. La casa con roles asignados. La casa que funciona y cobija y contiene a todos.

Desde 1999 que comencé a acercarme al tema adicciones sentí fuertemente que este camino no iba a abandonarlo nunca.

Y así octubre del 2011 me encontró pasando una tarde, noche y madrugada como invitado en la comunidad terapéutica “Yo Pude” donde está internado mi hijo en su primer etapa del tratamiento para recuperarse de su adicción a las drogas.

Durante la reunión familiar junto a 50 y pico de familiares de los internados se presentaron dudas y temores que fueron encauzados por la psicóloga de la institución y se dio el intercambio de experiencias, vivencias y en definitiva dolencias de los que no estamos internados todavía, de aquellos que siendo familiares, en mayoría aún no hemos tomado conciencia de lo que tenemos que ver con los que están siendo tratados.

Le pido paciencia al lector, acostumbrado a cierto estilo en mi crónica periodística, ya que tal vez por mi vínculo con uno de los actores y por la fuerza de los hechos vividos, aparecerán ciertas voces autorizadas ciertamente por su compromiso con la casa, pero con cierta espontaneidad y familiaridad que no son muy frecuentes en estas líneas.

“¡Estoy podrido de venir a este lugar lleno de drogadictos! Si yo fuera presidente esto lo arreglo en 5 días: a los que venden la droga y a los políticos que son cómplices les corto las pelotas y se acaba la joda” (antes de entrar a la reunión familiar, el señor le dice esto a su mujer y al hijo que está internado que se miran resignados mientras el pibe se agarra la cabeza y la esconde entre sus piernas).

Una de las madres se franquea y mientras llora entrecortadamente pide auxilio: “Le dije a Enrique que esto es lo último que hago por él. Que si abandona el tratamiento, a mi casa no vuelve, aunque me duela el alma”.

Cuatro o cinco de padres y madres asienten, algunos contando su caso puntual y cómo les costó cerrarle la puerta de sus casas a sus hijos que habían recaido en el consumo.

No importa de qué. No es mi intención citar aquí el amplio vademeum de sustancias, pastillas, bebidas y brebajes que han circulado por el organismo de estos chicos y dejado una huella imborrable.

Porque está claro que hablamos aquí de un daño tan irreparable que si se lograra destruir para siempre las sustancias que desencadenaron el mecanismo de la dependencia y la adicción no lograríamos una mejoría para los enfermos.

-Licenciada… mi hijo Alejandro hace 12 días que está acá encerrado y se me quejó porque los pibes más viejos le hicieron burla porque el coordinador lo mandó a barrer y él no sabe. ¡Y no es una excusa! Es verdad; en casa jamás lo dejé hacer nada, ¡para eso estoy yo!

Sonrisas cómplices de algunos padres de chicos que hace tiempo están en tratamiento y una sensación de que los límites a Alejandro había que ponérselos en otras cuestiones.

Antes del mes el chico desertó del tratamiento, volvió al consumo, a la calle y cuando cada tanto recala en el casa de su mamá que ya se divorció porque su marido no aceptaba que lo de Alejandro fuera el eje de la familia, ella lo atiende a cuerpo de rey. Por supuesto, Alejandro jamás aprendió a usar una escoba.

-¡Qué hayé papá? ¿Un pancito recién hecho? –el Pola me lo acerca humeante y perfumado.

-¿Todo bien, Pola?

Agustín no puede disimular en sus tremendos ojos azules que denotan y delatan su origen eslavo que está pasando por una recaida.

-Estoy “de manija”, Dani. Y en la casa eso es sinónimo de membrillo.

Aprovecho para aclarar que el único nombre que conservo en el relato, a veces simplificado por razones obvias, es el mío propio. Por dos motivos:

1) Estoy muy orgulloso de esta experiencia y

2) Aunque en su mayoría los chicos me dieron libertad para publicar todo sobre ellos, no creo equivocarme al pensar que muchos de ellos van a recaer y también muchos no se van a sentir bien al verse desnudados en forma pública.

Aclarado esto volvemos al membrillo como elemento utilizado y en abundancia junto con el agua para provocar el vómito en el interno “con manija” y su posterior tranquilización.

Hay una mesa especial para este “operativo membrillo” debajo de un árbol en la quinta elegido –nada misteriosamente- por los colibríes que se arriman buscando el dulce. Estos animalitos están desprovistos del paladar necesario para detectar el componente amargo dejado allí por los chicos. ¡La naturaleza es tan sabia!

El “Pola” vuelve mucho más tranquilo. Arma el equipo de mate y se sienta frente a mi.

-¡Ahora estoy mucho mejor! Es que no yabé lo difícil que es salir de esta droga puta, Dani… Cuando yo empecé no me faltaba nada en mi casa… ni ropa, ni morfi, tenía mi pieza para mi solo… pero yo quería saber cómo era la vida de esos pibes que a vece veía apolillando en el subte… o en la calle… y a los 13 año me empecé a escapa de mi casa… le sacaba guita a mi vieja… a vece pienso para atrá y no entiendo por qué lo hacía… al principio como tenía guita estaba todo bien, al banca lo respetan en la calle, pero en casa se empezaron a aviva y me cortaron los vívere… Sobre todo mi viejo, pero siempre la terminaba convenciendo a mi vieja y ella me bancaba aunque cada vez la guita alcanzaba menos.

Empecé con marihuana, después cerveza y en menos de 1 año ya conocía toda la “farmacia” de la calle. Para conseguir más guita empecé a colarme en casas del barrio donde manoteaba cualquier osa de valor para cambiarla por falopa: relojes, grabadores, mp3, después computadoras… pero en el barrio se empezaron a enterar que era yo así que el círculo se me fue cerrando. A vece tenía que caminar 10 cuadra más salteando los lugares de los que me habían corrido… de algunos a los cuetazos.

Pero por suerte estoy acá hace 5 mese y la verdá que me quiero curar… sé que esta recuperación es para cada día de mi vida pero lo estoy haciendo… Todo lo día le pido perdón a mi familia… ello no vienen más a verme… están enojados y tienen razón, pero hay otro hombres que vienen a ver a sus hijos y también hablan conmigo… me preguntan cómo estoy y me hacen chiste… toman mate conmigo como vos, Dani… y eso me hace muy bien.

De vuelta hago un alto en un café de la ruta que me separa 50 kiilómetros de mi casa. Es necesario ordenar, desdoblar, ¿despegar? ENTENDER.

El Pola hasta hae 5 meses –no me lo dijo pero lo sé- andaba de caño, completamente dado vuelta en “situación de calle” como lo estipula el sistema legal, atento a conseguir por la fuera lo necesario para un par de dosis de paco. A su manera aplicada la técnica de Alcohólicos Anónimos: su “solo por hoy”. No hay adicto que se aprovisione para un mes.

Solo 150 días después habla de la “droga puta”, se levanta temprano, se baña y desarrolla actividades durante todo el día. Está de buen humor casi siempre se arrepiente de sus cagadas, tiene una actitud solidaria con todo el mundo. Pero la familia se cansó y no le da bola.

En la casa hay contención y de la que sirve. Los operadores son adictos que han terminado el tratamiento y se han capacitado. Saben de qué se trata.

Cada día en la Casa Grande es único. 1440 minutos durante los cuales hay que mantenerse limpio… donde todos están atentos a las manifestaciones de los demás. Donde nada importante se escapa! Imagínese 10 adictos en recuperación para el resto de sus vidas, cuidando a 50 que están en tratamiento. ¿Qué cosa puede escaparse para ellos que lo hicieron todo?

De yapa otros 6 pibes que tienen 5 meses en la Casa se encargan de “acompañar” a los “nuevos” en sus salidas semanales.

Imaginate que yo ya lo pasé, Daniel. La “manija” de los 3 meses… el miedo la primera vez que volví al barrio y me crucé con el “transa” y mis amigos de consumo. Ahora estoy devolviendo lo que mis coordinadores me dieron a mi. Lo que me ayudó la psicóloga… sabiendo que cuando nosotros no podemos con un pibe está “el Viejo” que las sabe todas.

El Viejo también es un adicto que terminó el tratamiento hace 4 años y está dedicado en cuerpo y alma a la Casa que en parte es Grande por su aporte y constante y apasionado.

-Pa… quería hablar con vos porque hay un tema que vine guardando hace 16 años y en una reunión semanal se lo tiré a la psicóloga y quería compartirlo ahora con vos. Sos la primera persona a la que se lo cuento…

A LOS DOCE AÑOS FUI ABUSADO POR ANDRÉS, el vecino de frente de casa.

-¿Cómo? No entiendo… ¿qué decís? ¡Qué hijo de puta! ¿Qué te hizo? ¿Cómo no me dijiste antes? ¿Por qué no me enteré? ¿Qué mal habré hecho? (la mitad de las preguntas no se las hizo el padre que estaba destrozado en la silla. Son agregado de quien suscribe.

-Viste que yo iba mucho a la casa para jugar con el hijo de él… Bueno una tarde estaba solo… me empezó a tocar y me amenazó diciéndome que si yo contaba algo él la iba a matar a mi mamá con el arma.

Cada vez que tocaba timbre en casa y vos no estabas, yo temblaba. Me obligaba a ir a su casa y ahí me manoseaba, se masturbaba delante de mí y obligaba a que se la chupara.

Quería que supieras esto ahora porque yo lo estoy trabajando con ayuda de la psicóloga de la casa y porque me enteré que Andrés falleció así que ya no me va a poder amenazar más.

EL ABRAZO. LAS LAGRIMAS DEL PADRE. LA ENTEREZA DEL PIBE.

Ahora te quiero pedir que vos busques la manera de contárselo a mis hermanas, una por una y a su modo. Quería que sepas que aunque hice muchas cagadas… y sé que me querías matar… igual confío mucho en vos y sé que esto nos va a acercar mucho. Tu nieto Alberto necesitará saber en algún momento lo que le pasó a su padre y quiero que me ayudes para que él no pase nunca por un horror así.

Sé que parecerá una excusa, pero si bien yo había fumado ya algún porro, después de lo que me pasó busqué intoxicarme, aturdirme, escaparme con las drogas.

Pasaron 6 meses. Padre e hijo han construido un vínculo sólido y enorme. De a poco las hermanas del pibe se enteraron y la tumba de Andrés se fue poblando cada vez más de previsibles gusanos e individuos de una especie poco conocida encargados de eliminar cualquier vestigio en el cadáver que pudiera contagiar aunque fuera una sola molécula de aire, agua o materia con la pudrición y perversión de aquel engendro que de hombre solo tenía el nombre, apenas garabateado en su fría lápida jamás, nunca visitada.

-Che, Dani ¿me sacá una foto? Mirá que te la pago, eh!

Tito se está por “graduar” después de 18 meses de tratamiento, pero no tiene adonde ir. Su papá alcohólico, la madre adicta a las pastillas apenas pueden con sus vidas.

“El Viejo” me contó que por razones obvias Tito no puede volver con sus viejos, pero la mujer lo dejó cuando Tito empezó a afanar y no le deja ver al hijo de ambos.

“La parábola del hijo pródigo” no funciona para Tito.

Días después sacando fotos en su graduación me acero y junto con el abrazo de felicitación va mi tarjeta: cuando NECESITES, me llamás! ¿entendiste?

El brillo que descubrí en esos ojos no me va a dejar olvidar jamás ese rostro.

“¡Buen día papu! ¿Ya se instaló la primavera! ¡Que tengas el mejor de los días! (uno de los mensajes que recibo de Tito cada semana).

Daniel Jorge Galst, octubre 2011