LA CASA GRANDE

La casa grande. La casa prolija y ordenada. La casa con roles asignados. La casa que funciona y cobija y contiene a todos.

Desde 1999 que comencé a acercarme al tema adicciones sentí fuertemente que este camino no iba a abandonarlo nunca.

Y así octubre del 2011 me encontró pasando una tarde, noche y madrugada como invitado en la comunidad terapéutica “Yo Pude” donde está internado mi hijo en su primer etapa del tratamiento para recuperarse de su adicción a las drogas.

Durante la reunión familiar junto a 50 y pico de familiares de los internados se presentaron dudas y temores que fueron encauzados por la psicóloga de la institución y se dio el intercambio de experiencias, vivencias y en definitiva dolencias de los que no estamos internados todavía, de aquellos que siendo familiares, en mayoría aún no hemos tomado conciencia de lo que tenemos que ver con los que están siendo tratados.

Le pido paciencia al lector, acostumbrado a cierto estilo en mi crónica periodística, ya que tal vez por mi vínculo con uno de los actores y por la fuerza de los hechos vividos, aparecerán ciertas voces autorizadas ciertamente por su compromiso con la casa, pero con cierta espontaneidad y familiaridad que no son muy frecuentes en estas líneas.

“¡Estoy podrido de venir a este lugar lleno de drogadictos! Si yo fuera presidente esto lo arreglo en 5 días: a los que venden la droga y a los políticos que son cómplices les corto las pelotas y se acaba la joda” (antes de entrar a la reunión familiar, el señor le dice esto a su mujer y al hijo que está internado que se miran resignados mientras el pibe se agarra la cabeza y la esconde entre sus piernas).

Una de las madres se franquea y mientras llora entrecortadamente pide auxilio: “Le dije a Enrique que esto es lo último que hago por él. Que si abandona el tratamiento, a mi casa no vuelve, aunque me duela el alma”.

Cuatro o cinco de padres y madres asienten, algunos contando su caso puntual y cómo les costó cerrarle la puerta de sus casas a sus hijos que habían recaido en el consumo.

No importa de qué. No es mi intención citar aquí el amplio vademeum de sustancias, pastillas, bebidas y brebajes que han circulado por el organismo de estos chicos y dejado una huella imborrable.

Porque está claro que hablamos aquí de un daño tan irreparable que si se lograra destruir para siempre las sustancias que desencadenaron el mecanismo de la dependencia y la adicción no lograríamos una mejoría para los enfermos.

-Licenciada… mi hijo Alejandro hace 12 días que está acá encerrado y se me quejó porque los pibes más viejos le hicieron burla porque el coordinador lo mandó a barrer y él no sabe. ¡Y no es una excusa! Es verdad; en casa jamás lo dejé hacer nada, ¡para eso estoy yo!

Sonrisas cómplices de algunos padres de chicos que hace tiempo están en tratamiento y una sensación de que los límites a Alejandro había que ponérselos en otras cuestiones.

Antes del mes el chico desertó del tratamiento, volvió al consumo, a la calle y cuando cada tanto recala en el casa de su mamá que ya se divorció porque su marido no aceptaba que lo de Alejandro fuera el eje de la familia, ella lo atiende a cuerpo de rey. Por supuesto, Alejandro jamás aprendió a usar una escoba.

-¡Qué hayé papá? ¿Un pancito recién hecho? –el Pola me lo acerca humeante y perfumado.

-¿Todo bien, Pola?

Agustín no puede disimular en sus tremendos ojos azules que denotan y delatan su origen eslavo que está pasando por una recaida.

-Estoy “de manija”, Dani. Y en la casa eso es sinónimo de membrillo.

Aprovecho para aclarar que el único nombre que conservo en el relato, a veces simplificado por razones obvias, es el mío propio. Por dos motivos:

1) Estoy muy orgulloso de esta experiencia y

2) Aunque en su mayoría los chicos me dieron libertad para publicar todo sobre ellos, no creo equivocarme al pensar que muchos de ellos van a recaer y también muchos no se van a sentir bien al verse desnudados en forma pública.

Aclarado esto volvemos al membrillo como elemento utilizado y en abundancia junto con el agua para provocar el vómito en el interno “con manija” y su posterior tranquilización.

Hay una mesa especial para este “operativo membrillo” debajo de un árbol en la quinta elegido –nada misteriosamente- por los colibríes que se arriman buscando el dulce. Estos animalitos están desprovistos del paladar necesario para detectar el componente amargo dejado allí por los chicos. ¡La naturaleza es tan sabia!

El “Pola” vuelve mucho más tranquilo. Arma el equipo de mate y se sienta frente a mi.

-¡Ahora estoy mucho mejor! Es que no yabé lo difícil que es salir de esta droga puta, Dani… Cuando yo empecé no me faltaba nada en mi casa… ni ropa, ni morfi, tenía mi pieza para mi solo… pero yo quería saber cómo era la vida de esos pibes que a vece veía apolillando en el subte… o en la calle… y a los 13 año me empecé a escapa de mi casa… le sacaba guita a mi vieja… a vece pienso para atrá y no entiendo por qué lo hacía… al principio como tenía guita estaba todo bien, al banca lo respetan en la calle, pero en casa se empezaron a aviva y me cortaron los vívere… Sobre todo mi viejo, pero siempre la terminaba convenciendo a mi vieja y ella me bancaba aunque cada vez la guita alcanzaba menos.

Empecé con marihuana, después cerveza y en menos de 1 año ya conocía toda la “farmacia” de la calle. Para conseguir más guita empecé a colarme en casas del barrio donde manoteaba cualquier osa de valor para cambiarla por falopa: relojes, grabadores, mp3, después computadoras… pero en el barrio se empezaron a enterar que era yo así que el círculo se me fue cerrando. A vece tenía que caminar 10 cuadra más salteando los lugares de los que me habían corrido… de algunos a los cuetazos.

Pero por suerte estoy acá hace 5 mese y la verdá que me quiero curar… sé que esta recuperación es para cada día de mi vida pero lo estoy haciendo… Todo lo día le pido perdón a mi familia… ello no vienen más a verme… están enojados y tienen razón, pero hay otro hombres que vienen a ver a sus hijos y también hablan conmigo… me preguntan cómo estoy y me hacen chiste… toman mate conmigo como vos, Dani… y eso me hace muy bien.

De vuelta hago un alto en un café de la ruta que me separa 50 kiilómetros de mi casa. Es necesario ordenar, desdoblar, ¿despegar? ENTENDER.

El Pola hasta hae 5 meses –no me lo dijo pero lo sé- andaba de caño, completamente dado vuelta en “situación de calle” como lo estipula el sistema legal, atento a conseguir por la fuera lo necesario para un par de dosis de paco. A su manera aplicada la técnica de Alcohólicos Anónimos: su “solo por hoy”. No hay adicto que se aprovisione para un mes.

Solo 150 días después habla de la “droga puta”, se levanta temprano, se baña y desarrolla actividades durante todo el día. Está de buen humor casi siempre se arrepiente de sus cagadas, tiene una actitud solidaria con todo el mundo. Pero la familia se cansó y no le da bola.

En la casa hay contención y de la que sirve. Los operadores son adictos que han terminado el tratamiento y se han capacitado. Saben de qué se trata.

Cada día en la Casa Grande es único. 1440 minutos durante los cuales hay que mantenerse limpio… donde todos están atentos a las manifestaciones de los demás. Donde nada importante se escapa! Imagínese 10 adictos en recuperación para el resto de sus vidas, cuidando a 50 que están en tratamiento. ¿Qué cosa puede escaparse para ellos que lo hicieron todo?

De yapa otros 6 pibes que tienen 5 meses en la Casa se encargan de “acompañar” a los “nuevos” en sus salidas semanales.

Imaginate que yo ya lo pasé, Daniel. La “manija” de los 3 meses… el miedo la primera vez que volví al barrio y me crucé con el “transa” y mis amigos de consumo. Ahora estoy devolviendo lo que mis coordinadores me dieron a mi. Lo que me ayudó la psicóloga… sabiendo que cuando nosotros no podemos con un pibe está “el Viejo” que las sabe todas.

El Viejo también es un adicto que terminó el tratamiento hace 4 años y está dedicado en cuerpo y alma a la Casa que en parte es Grande por su aporte y constante y apasionado.

-Pa… quería hablar con vos porque hay un tema que vine guardando hace 16 años y en una reunión semanal se lo tiré a la psicóloga y quería compartirlo ahora con vos. Sos la primera persona a la que se lo cuento…

A LOS DOCE AÑOS FUI ABUSADO POR ANDRÉS, el vecino de frente de casa.

-¿Cómo? No entiendo… ¿qué decís? ¡Qué hijo de puta! ¿Qué te hizo? ¿Cómo no me dijiste antes? ¿Por qué no me enteré? ¿Qué mal habré hecho? (la mitad de las preguntas no se las hizo el padre que estaba destrozado en la silla. Son agregado de quien suscribe.

-Viste que yo iba mucho a la casa para jugar con el hijo de él… Bueno una tarde estaba solo… me empezó a tocar y me amenazó diciéndome que si yo contaba algo él la iba a matar a mi mamá con el arma.

Cada vez que tocaba timbre en casa y vos no estabas, yo temblaba. Me obligaba a ir a su casa y ahí me manoseaba, se masturbaba delante de mí y obligaba a que se la chupara.

Quería que supieras esto ahora porque yo lo estoy trabajando con ayuda de la psicóloga de la casa y porque me enteré que Andrés falleció así que ya no me va a poder amenazar más.

EL ABRAZO. LAS LAGRIMAS DEL PADRE. LA ENTEREZA DEL PIBE.

Ahora te quiero pedir que vos busques la manera de contárselo a mis hermanas, una por una y a su modo. Quería que sepas que aunque hice muchas cagadas… y sé que me querías matar… igual confío mucho en vos y sé que esto nos va a acercar mucho. Tu nieto Alberto necesitará saber en algún momento lo que le pasó a su padre y quiero que me ayudes para que él no pase nunca por un horror así.

Sé que parecerá una excusa, pero si bien yo había fumado ya algún porro, después de lo que me pasó busqué intoxicarme, aturdirme, escaparme con las drogas.

Pasaron 6 meses. Padre e hijo han construido un vínculo sólido y enorme. De a poco las hermanas del pibe se enteraron y la tumba de Andrés se fue poblando cada vez más de previsibles gusanos e individuos de una especie poco conocida encargados de eliminar cualquier vestigio en el cadáver que pudiera contagiar aunque fuera una sola molécula de aire, agua o materia con la pudrición y perversión de aquel engendro que de hombre solo tenía el nombre, apenas garabateado en su fría lápida jamás, nunca visitada.

-Che, Dani ¿me sacá una foto? Mirá que te la pago, eh!

Tito se está por “graduar” después de 18 meses de tratamiento, pero no tiene adonde ir. Su papá alcohólico, la madre adicta a las pastillas apenas pueden con sus vidas.

“El Viejo” me contó que por razones obvias Tito no puede volver con sus viejos, pero la mujer lo dejó cuando Tito empezó a afanar y no le deja ver al hijo de ambos.

“La parábola del hijo pródigo” no funciona para Tito.

Días después sacando fotos en su graduación me acero y junto con el abrazo de felicitación va mi tarjeta: cuando NECESITES, me llamás! ¿entendiste?

El brillo que descubrí en esos ojos no me va a dejar olvidar jamás ese rostro.

“¡Buen día papu! ¿Ya se instaló la primavera! ¡Que tengas el mejor de los días! (uno de los mensajes que recibo de Tito cada semana).

Daniel Jorge Galst, octubre 2011

DESPERTAR DE UNA PASANTIA

Adicto es el que no puede expresar con palabras lo que le pasa.
PRIMER ACTO
Comunidad Terapéutica… donde Ituzaingó –bautizado en origen “el verde” se funde con idéntico color en el Gorki Grana.
Con mi colega Esteban Prego participamos de la admisión de Daniel.

-¿Cómo llegaste a la comunidad?
-“Estuve en 2 lugares parecidos pero abandoné. Ahora estoy sin consumir hace un mes. Empecé a los 11 con pasta base y ahora de todo. Me quiero rescatar por mi familia (esposa e hijo) porque mi papá y mi mamá ya me criaron a mi… ya están hechos”.
Las normas acá son:
Nada de sexo
Nada de violencia
Nada de droga
Nada de robar.
-Te vamos a asignar un “hijo menor” y te tenés que cortar el pelo
-Pero lo tengo re-corto.
-Te tenés que cortar la colita.
-Dame unos días hasta la primera visita.
-Tenés 3 días para cortártelo.

Los aromas se mezclan en la casa grande convertida en hogar y así la lavandina alterna con el olor a pan casero y lo que la brisa trae del parque generoso.
En uno de los pasillos nos encontramos con Cristina que ya graduada vuelve a la casa para terminar 9º grado y de paso para dar testimonio de que “se puede”.
-“Carlos, ¿puedo pasar?” pregunta uno de los chicos a otro, encargado de la Casa Roja separada apenas por una arcada.
Normas. Reglas. Códigos de convivencia. Lo que no tuvieron antes en tiempo y forma.
-¡Gustavo! Mirá que a las 11 me lo llevo a Diego al médico… buscate un relevo para la cocina… Mirá que hoy tenemos pastel de papas –le avisa un operador al coordinador.

Aprovechamos para llegarnos a la cocina en medio de otra batalla: ollas, fuentes, hornallas gigantescas… lo necesario para las 40 almas que se convertirán en vísceras reclamantes aproximadamente a las 12.30 mientras comprobamos que la brisa que entra por el parque es desplazada por el aroma mucho más tangible y penetrante del famoso pastel de papas de Alberto.
Hernán ya volvió de entrenar en el Deportivo Morón (una de las franquicias conseguidas después de los avances en el tratamiento). Prolijamente le va mostrando los boletos de colectivo al operador (¡A ver si usted no haría lo mismo con alguno de sus hijos cuando los ve en problemas!)

“ESTOY AQUÍ PORQUE NO ENCUENTRO REFUGIO DE MI MISMO. HASTA QUE NO ME CONFRONTE EN LOS CORAZONES Y EN LOS OJOS DE LOS DEMÁS… ESTARÉ CORRIENDO…

Así comienza el texto que cada uno a su turno va leyendo todas las noches en un ámbito denominado “Filosofía”. A las 11 a dormir.
Cuando un residente está teniendo muchos prob lemas con el resto se le sugiere un período de “reflexión” durante el cual deberá comunicarse únicamente con los operadores y ante todo dedicarse a repensar su actitud.
Es el caso de Guille, un chico de 15 años cuyo aspecto parece revelar que está enojado con el mundo… motivos tiene de sobra: “Papá es dealer y a mi mamá no la conozco. Vivo con un tío en un rancho sobre un terreno usurpado, pero dentro de poco voy a poder armar el mío en una tierra que me hice en González Catán”.

HASTA QUE NO ESFUERCE A MI PROJIMO A CONOCER MIS SECRETOS NO ESTARE A SALVO DE ELLOS, continúa Silvia leyendo la Filosofía, mientras se le caen las lágrimas… no es para menos… Ella –nos contó esa mañana- quiere ser psicóloga y más adelante fabricar ropa y tener su propia marca cuando termine su tratamiento. Llegó a la comunidad pelada (en el más completo sentido de la palabra). De su familia casi no habla pero reconoce que ya estaba consumiendo “cualquier cosa” y que vivía “en otra” todo el tiempo. Cuando comenzamos esta experiencia había tenido una crisis de angustia: dos días antes de su cumpleaños, un día después que la madre le avisó que no iba a poder venir de Mar del Plata a la visita.

O.D.C. son las iniciales de Orden De la Casa y está todo dicho. Los residentes lo van incorporando desde el primer día en la comunidad e incluye toda la casa donde por supuesto no se contrata personal auxiliar rentado para estos menesteres. Es fácil adivinar que la mayoría de estos pibes y pibas aprendió a hacerse la cama, a lavarse la ropa o a cocinar en la comunidad donde (tal vez no lo dije) no hay otra posibilidad que hacerse cargo de los menesteres.

SI NO PERMITO QUE ME CONOZCAN NO ME PUEDO CONOCER YO NI A NADIE MÁS. ESTARÉ SOLO…

-¿Por qué hablás tan bajo, Leti?
-Porque tengo poca capacidad pulmonar… es que de bebé no lloraba… desde las 10 hasta las 11 de la noche que llegaba mi papá de trabajar, me apoyaba en su regazo y ahí me calmaba y dormía.
Leti, 35 años, 6 hijos. “Antes” trabajaba de enfermera, más aún, la llama “su profesión”.
Hora del almuerzo, anuncia Alberto y ya comenzamos a paladear, precedido por su aroma, el sabor de uno de sus famosos platos.
Un grupo para nada improvisado de jóvenes comienza a ponerse en acción, cada cual con su función y su tiempo para servir 40 porciones que aseguran el sustento y sorprenden por su variedad (esto lo comprobamos a lo largo de decenas de horas de prácticas clínicas interrumpidas por las dosis necesarias de sueño, trabajo periodístico y vida familiar que duró la experiencia.

Cada uno de los residentes confirma inevitables ausencias: familia, referentes de valores y un Estado que cuando está no alcanza y atrasa décadas rozando el más cruento de los abandonos.

¿Dónde, SINO EN ESTE LUGAR DONDE ESTAMOS TODOS EN LO MISMO, PUEDO ENCONTRAR UN ESPEJO? Sigue leyendo Luis…

Tal vez como después de ver una película en el cine (con Esteban conocimos la Edad de Oro de los cines de Lavalle y su sucursal el Gran Ituzaingó… el café se hace imperioso, indispensable para rearmar nuestros pedazos y convertirnos otra vez en periodistas.
-¡Uauuuuuuuu! –casi exclamamos a coro al salir.
-¡Qué trabajo artesanal que hacen acá dentro, flaco!
-¡Sin duda! ¿No te parecen un poco duros algunos de los operadores?
-…y… ellos son los que tienen que imponer los límites que no supieron establecer en los hogares de estos pibes…
-pero a lo mejor podrían habernos dejado compartir el mate con ellos mientras estábamos reunidos… ¿no te parece?
-¡No, Dani! Ellos están para bajarles las pautas… y eso también es una forma de demostrar cariño… Pero si querés la seguimos la próxima… estoy rendido.

24 horas de recreo entre jornada y jornada de las prácticas en la comunidad no alcanzan.
Tal vez para mi el eje rondó el tema de la terrible responsabilidad de los operadores terapéuticos. No visto desde los pibes que a lo mejor abandonen el tratamiento (recordemos que las comunidades son de puertas abiertas y tienen alta rotación)… sino por aprovechar las pocas oportunidades que hay de llegarles a los que muy a lo mejor puedan recuperarse.
Aunque parezca menos duro poner límites cuando no hay vínculo de sangre los pibes se encuentran embretados entre la Comunidad donde se los ponen por primera vez y la calle y su familia, lugares adonde la mayoría no quiere volver.
¿Qué opción elegirán estos chicos? Demos paso al
SEGUNDO ACTO
Leticia va a salir el finde para estar en el cumpleaños de 15 de su hija. No ubicamos las palabras (NO LAS HAY) para mostrar el entusiasmo, la inmensa alegría que le recorre todo su ser cuando nos cuenta “ya dejé mi compromiso por escrito”.
Ignorante pregunto: -“¿compromiso de qué?”
“Compromiso de ir concentrada únicamente en el cumple de Mariela sin apartarme del camino”.
Recuerdo las recomendaciones de Yepeto a Pinocho.
La interrumpo en un intento de hacerle saber que entendía:
-Claro… la calle… las tentaciones…
Fallé otra vez.
-“No! Mi problema no está en la calle, sino en mi trabajo… allí entre 4 paredes están todas las oportunidades de romper mi tratamiento”. Mariela es enfermera y trabaja en una clínica administrándole remedios (a los demás).
Difícilmente vuelva a poder trabajar en lo mismo… aunque como es su única profesión y tiene 6 hijos ¿quién se ocupa de lo suyo mientras ella estudia otra cosa?

4 días después Daniel dejó el tratamiento y en consecuencia la Comunidad. Esteban arriesgó:
-“Tal vez este chico vino a la comunidad para recuperar a su esposa pero alguien que viene a tratarse de verdad, no se queja por tener que cortarse el pelo”.
Un operador terapéutico lo define bien al hablar con uno de los chicos más rebeldes:
-“Vos estás acá porque chocaste muchas veces, volcaste y tu auto está destruido… ahora dejanos el volante a nosotros… hasta que recompongas todos los pedazos”.
A lo mejor así se entiende que según mi óptica (desde afuera) falte a veces un abrazo, una demostración de cariño… Raúl se emociona al respondernos:
“-Acá el trabajo no se usa como castigo… los mandamos a pensar (período de reflexión)… y la verdad que a veces les daría un abrazo pero no es el momento… después, lo busco:
-“¿Hace falta que te pongas así… si queremos estar todos bien… y ahí viene la contención y el abrazo”.
En La Casa el trabajo se usa como premio otorgándoles más responsabilidades.
A esta altura media docena de residentes se nos había acercado a charlar. Festejando el avance, mi colega Esteban trataba de explicarlo:
-“Es que para estos chicos nosotros somos el recreo”, el afuera, sin dramas, ni tratamientos en común.

El partido de fútbol acentuó este acercamiento y si bien dos periodistas no son una gran hinchada, los vimos alentados, descargando tensiones… alguno dibujando notables gambetas en el polvo del Gorki Grana… pero la clavada de Gonzi al ángulo derecho fue memorable y así lo festejó más allá de los 90 minutos. ¿El cuerpo técnico?: los operadores terapéuticos de la Comunidad.

Jorge, 20 años, residente hace 2 del Grupo Amarillo sale los domingos a su casa… papá… mamá… hermanitos.
-“A veces veo cosas que no me gustan, que tienen que ver con mi pasado enfermo. Cuando vuelvo el lunes a la comunidad lo trabajamos”.
Jorge está terminando la escuela en Castelar. Su padre, chapista, la madre portera de un colegio. Hasta los 14 años todo bien, después agarró la calle durante un año. Los padres le hablaban pero él no le daba bola. Hasta que tuvo dificultades con la Justicia y dentro de la Casa se chocó con la realidad.

Aníbal pinta la pileta de la Comunidad porque tuvo que cumplir con 60 horas de probation y él pidió hacerlas ahí adentro. Lijado, pintado… Cuando estaba en la última mano el pronóstico sentenció lluvia, pero Aníbal no arruga, sabiendo que San Pedro está de su lado.

Y llegó el momento. Nos permiten formar parte de una asamblea en la casa entre el staff y los chicos.
S: -“¿Qué te pasa, Claudio?
-Nada.
S: -“Tu cara dice otra cosa… y tu actitud también”.
-…
S: -“¿Querés que hablemos de lo que te pasa?
-Me da lo mismo (se encoge de hombros con tono hostil).
S: -“¿Querés participar del grupo?
-…
S: -“Claudio! Girá tu silla y volvé a sentarte.
Claudio acata la orden.
S: -“¿Se ve mejor desde ahí?
Nos quedamos todos en círculo él el único mirando hacia fuera.
Una hora después se desarmó el grupo. Claudio seguía en su posición. Un rato después de la merienda dos operadores tuvieron una charla con él para destrabar su postura.
Claudio es el nombre que le dimos para proteger su identidad ahora que tal vez sea tarde, pero de su vida ¿quién lo protegió?
Hijo adoptivo, se enteró de este “detalle” mientras estaba en tratamiento en la anterior comunidad. Conflicto con la ley penal, vivía en situación de calle en el baño de un club antes de llegar a la Comunidad. Este mismo Claudio era el que “se dejó poner en penitencia” por una falta de respeto hacia la Comunidad. ¿Este es el mismo Claudio?
S: (en general para todos): “¿A ustedes les gustaría que sus hijos se metieran un pucho en la boca mientras gatean en el parque? Porque nosotros (el staff) terminamos el horario y nos vamos a nuestras casas, pero ustedes viven acá”.
SILENCIO


NO ESTÁS SOLO. ESTAMOS NOSOTROS PARA AYUDARTE. NOSOTROS ESTAMOS CONTENTOS CON TUS MEJORAS, PERO TENÉS QUE HABLAR MÁS DE LO QUE TE PASA. SI NO HABLÁS, TE DROGÁS.

La actividad en el grupo fue intensa y productiva: se movilizaron muchas situaciones y los residentes pudieron poner en palabras algo de lo que les pasa. Esa confrontación pudo ser orientada y vehiculizada por el staff evitando que las diferencias y conflictos entre los chicos entorpecieran la convivencia.

¿Conoce usted muchas casas con familias “bien constituidas” donde cada vez que aparezcan malestares entre sus integrantes haya alguna jerarquía que coordine y contenga para que lo que molesta sea puesto en palabras? Y otra pregunta más:
¿Se imagina usted un ámbito en el que un chico que estuvo un par de años viviendo en la calle sea puesto a reflexionar por no cumplir con algunas de las normas de su comunidad?

24 horas después de la Asamblea, Claudio fue destinado a la cocina (más responsabilidad). Cuando entramos llevaba una sonrisa de oreja a oreja.

18 días, 12 horas, 20 minutos después de su ingreso Gonzi abandonó la casa.
4, 5, 6 (las lágrimas me impiden discernir cuántos) son los chicos que expresan con palabras (tan valiosas en boca de quienes están en tratamiento por no poder usarlas cuando hace falta expresar algo importante) a lo mejor no elegidas para despedir a los periodistas que compartieron la experiencia.
Tendría sentido transcribirlas PERO NO.
Un periodista procesa millones de palabras (muchas, pero muchas veces, sin contenido alguno) como para no saber que éstas deben ser guardadas y atesoradas.
Seguramente a algunos de estos chicos no los volveremos a ver.
Valga entonces esta vivencia para rendir homenaje a la eterna experiencia del vivir pariéndonos cada día como seres únicos, irrepetibles, falibles, con libertad de optar entre lo que nos hace bien y lo que sabemos va a hacernos mal, y sin embargo ELEGIMOS.

Daniel Jorge Galst, Ituzaingó, 2009